
Anaximandro. (c.610-545 a.C.)
Filósofo, matemático y astrónomo griego.
Nació en Mileto (en la actual Turquía).
Discípulo y amigo del filósofo griego Tales de Mileto, Anaximandro está considerado el descubridor de la oblicuidad de la eclíptica, que es el ángulo que forman el plano de la eclíptica y el plano del ecuador celeste.
También se le considera introductor del reloj de sol en Grecia y fundador de la cartografía.
La contribución más relevante de Anaximandro fue elaborar la más temprana obra en prosa con relación al cosmos y los orígenes de la vida, por lo que también es mencionado como fundador de la cosmología.
Concebía el Universo como un número de cilindros concéntricos, de los cuales el más exterior es el Sol, el del medio la Luna y el más interno contiene las estrellas.
Dentro de estos cilindros está la Tierra, sin base firme y en forma de bombo.
Anaximandro postulaba una teoría del origen del Universo que defendía que este era el resultado de la separación de opuestos desde la materia primaria.
Así, el calor se movió hacia fuera, separándose de lo frío y, después, lo hizo lo seco de lo húmedo. Además, Anaximandro sostenía que todas las cosas vuelven con el tiempo al elemento que las originó.
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Filósofo griego presocrático.
Nació en Mileto.
Unos catorce años más joven que Tales, fue amigo y discípulo de este.
Su tratado, cuyo título no nos es conocido con exactitud, pero que se conoce -como la mayor parte de las obras de los presocráticos- bajo el nombre de "Sobre la naturaleza", estaba escrito en prosa, hecho que no era corriente, y es la primera obra filosófica de occidente.
Anaximandro tuvo una destacada actividad relacionada con la vida pública de Mileto, y encabezó varias expediciones, fundadoras de colonias milesias en las costas del Mar Negro, entre las que destacó la fundación de la ciudad de Apolonia.
Según Eratóstenes fue el primero en trazar un mapa de la tierra y, posiblemente, construyó también un modelo del universo en forma esférica.
También se le atribuyó el invento del gnomon o reloj de sol, aunque lo más probable es que solamente fuera quien lo introdujera en Grecia, ya que, según Heródoto, el gnomon era un invento babilonio.
De los tres pensadores milesios (los otros dos eran Tales y Anaxímenes), Anaximandro es el que más ha sido estudiado y, seguramente, es el que mejor refleja el espíritu del pensamiento presocrático inicial.
De su obra, de la que se conservan solamente algunos fragmentos citados por autores posteriores -que aunque son muy limitados son plenamente significativos-, cabe destacar como punto importante el mismo hecho de estar escrita en prosa.
Con este cambio de estilo (lo más habitual era escribir en verso), Anaximandro se aparta de los escritos de índole religiosa y teogónica, marcando, así, una orientación distinta, mucho más racionalista y apartada del pensamiento mítico.
Según el texto de Simplicio (Física, 24,13) que recoge el pensamiento de Anaximandro, este llamó arkhé o principio de la naturaleza, a «lo ilimitado», siendo el primero en usar el nombre de «principio». Otra fuente relevante nos la ofrece Diógenes Laercio (1).
En contra de su maestro Tales, Anaximandro pensaba que el arkhé (principio) no podía ser el agua ni ningún elemento determinado, puesto que no podría dar cuenta de todos los cambios, ya que su presencia se vería aniquilada por la irrupción de su contrario.
Por ello, Anaximandro desprovee de determinaciones a este principio, y lo considera como «algo indefinido» e «ilimitado» que pudiera ser todas las cosas a la vez.
El ápeiron es lo que es común a todas las cualidades contrarias: a lo caliente, a lo frío, a lo húmedo y a lo seco, ya que no siendo ninguna de estas cualidades en concreto, está en todas ellas, las une y las cambia unas en otras, y es aquello en lo que todas las cosas tienen que disolverse de nuevo, cuando desaparecen.
Así, este arkhé es material, pero inconcreto, indefinido, ilimitado, ingénito, imperecedero y es, a la vez, origen y fin de todas las cosas.
Representa un gran esfuerzo de abstracción la consideración del ápeiron entendido como una realidad unitaria que subsiste por debajo de los cambios, y es, todavía, más notable el esfuerzo de Anaximandro de considerar esta realidad subyacente como ilimitada e imperceptible.
Pero, ciertamente, el arkhé debía de ser ilimitado e indeterminado, en el sentido de lo que no tiene límites ni puede ser definido, ya que, de ser limitado, de ser de-finido o de-terminado, ¿qué lo limitaría o le pondría fin o lo terminaría? Si algo hubiese que pudiese delimitar o cualificar al arkhé, es que este no sería verdaderamente el principio.
Para explicar cómo de lo ápeiron sin determinaciones ni cualidades pueden surgir elementos determinados, Anaximandro apela a la segregación de pares de contrarios opuestos dos a dos: caliente-frío, seco-húmedo.
Fruto de esta oposición surge el conflicto, la discordia o -metafóricamente- la injusticia.
A su vez, fruto de la tensión entre estas cualidades contrarias que engendran y transforman todas las cosas, se da la destrucción de todas ellas para retornar de nuevo al ápeiron, que de esta manera consuma un ciclo y restablece la igualdad en lo indeterminado, es decir, la justicia (en lo que resuena un ideal de justicia como igualitarismo o isonomía).
Por ello, decía Anaximandro que: «las cosas perecen en aquellas de las que han recibido su ser, como es debido; pues mutuamente se dan justa retribución por su injusticia según el orden del tiempo».
De esta manera, el tiempo aparece de forma cíclica, como el transcurso entre un comienzo y un fin (que es un nuevo comienzo) que coinciden en lo ápeiron, y aparece también como justiciero en un sentido metafórico, pues es quien disuelve todas las diferencias y desigualdades.
En su concepción cosmológica, Anaximandro afirma que lo caliente y lo frío se separaron de la sustancia primitiva eterna en movimiento; el calor en rotación engendró una esfera de fuego, que rodeaba al vapor que, a su vez, rodeaba a la tierra.
De esta esfera surgió el sol, la luna y las estrellas en círculos separados, que son como ruedas que giran en torno a la tierra, y a través de unos orificios que se hallan en ellos podemos observar los astros.
En contra de las tesis generalmente aceptadas, afirma que el sol tiene el mismo tamaño que la tierra, y que esta es como un cilindro aplastado que se mantiene en el centro del cosmos porque es equidistante de todos los otros astros, razón por la cual no necesita ningún soporte.
Con ello, Anaximandro realiza un extraordinario ejercicio de razonamiento geométrico, ya que es justamente por estar equidistante geométricamente que la tierra se mantiene en el centro sin ninguna necesidad de soporte.
Idea de una gran audacia intelectual que no sería comprendida por la mayoría de sus contemporáneos.
Por otra parte, Anaximandro es también el primero que afirma que los cuerpos celestes giran alrededor de la tierra, suspendida en el centro de sus anillos, en órbitas completas (por «arriba» y por «abajo»), y no solo en derredor de ella.
Puesto que todo debe volver al ápeiron, el conjunto de este proceso es cíclico.
Así, pues, este mundo está destinado a desaparecer y de la sustancia primitiva surgirán otros mundos.
Se atribuye también a Anaximandro la idea de que existen innumerables mundos parecidos al nuestro que se desarrollan durante el mismo espacio de tiempo, opinión que no parece sustentarse suficientemente en los textos.
Por otra parte, los fenómenos meteorológicos los explica Anaximandro por las mismas fuerzas que formaron el mundo, sin necesidad de recurrir a dioses: el viento es vapor ligero puesto en movimiento por el sol; el viento, a su vez, es causa del trueno y del relámpago.
Los seres vivos surgen de la materia terrestre caliente y húmeda y se van desarrollando siguiendo una especie de línea evolutiva, que tiene su origen en animales semejantes a los peces.
Esta concepción evolucionista de las especies ha sido considerada como una anticipación especulativa del evolucionismo de Darwin (2).
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(1) Diógenes Laercio: Anaximandro
1. Anaximandro, hijo de Praxiades, fue milesio. Dijo que «el infinito es el principio y elemento», sin definir el aire, el agua ni otra cosa. «Que sus partes son mudables, pero del todo inmutables. Que la Tierra está en medio del universo como centro, y es esférica. Que la Luna luce con luz ajena, pues la recibe del Sol. Este no es menor que la Tierra, y es fuego purísimo.» Fue el primero que halló el gnomon, y lo colocó en Lacedemonia para indagar la sombra, como dice Favorino en su Historia varia. Halló también los regresos del Sol, notó los equinoccios y construyó horoscopios. Fue el primero que describió la circunferencia de la Tierra y mar, y construyó una esfera.
2. Expuso sus opiniones sumariamente y en compendio, cuyos escritos vio Apolodoro Ateniense, y dice en sus Crónicas que Anaximandro tenía sesenta y cuatro años de edad el año segundo de la Olimpiada LVIII, y murió poco después, habiendo florecido principalmente siendo Polícrates tirano de Samos. Dícese que cantando en cierta ocasión, se le burlaron los muchachos, y habiéndolo advertido, dijo: «Es menester cantar mejor por causa de los muchachos.» Hubo otro Anaximandro historiador, también milesio, que escribió en dialecto jónico.
Vidas de los más ilustres filósofos griegos, Orbis, Barcelona 1985, Vol. I, p.67. (Traducción de José Ortiz y Sainz, fines del s. XVIII).
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(2) Anaximandro: fragmentos.
Anaximandro llamó a la arkhé y elemento de las cosas existentes «lo ilimitado», siendo el primero en atribuir este nombre a la arkhé. Dice que no es ni agua ni ninguno de los así llamados elementos, sino una sustancia diferente que es ilimitada, de la cual nacen todos los cielos y los mundos que hay en ellos. Las cosas perecen en aquellas de las que han recibido su ser, como es debido; pues mutuamente se dan justa retribución por su injusticia según el decreto [o quizás «ordenamiento»] del tiempo -de esta manera se expresa él en términos un tanto poéticos.
Es claro que cuando él observó cómo los cuatro elementos se cambian los unos en los otros, no creyó que fuese razonable pensar que uno de ellos subyacía en los restantes, sino que postuló algo aparte. Además, él no explica la génesis mediante una alteración cualitativa del elemento, sino mediante una separación de los contrarios, originada por el movimiento eterno.
Simplicio, Física, 24,13, DK,A9 y B I.
«Todo, o es origen o tuvo origen: lo ilimitado no tuvo origen, porque equivaldría a tener un límite. Además, al ser el origen (o fuente, o principio: arkhé), es inengendrado e imperecedero... Por ello, como digo, no puede tener un origen, sino que él resulta ser el origen de lo demás, y abarca y gobierna todas las cosas...»
(Aristóteles, refiriéndose al ápeiron de Anaximandro, en Física, 203b 6)
«Anaximandro de Mileto, hijo de Praxíades, dice que el primer principio de las cosas que existen es lo ilimitado, porque todas las cosas se originan de él, y en él perecen. Por ello innumerables mundos nacen y de nuevo se disuelven en aquello de lo que surgieron».
Aecio (A 14)
«Él (Anaximandro) dice que, en el nacimiento de este cosmos, un germen de calor y frío se separó de la sustancia eterna y de él surgió una esfera de llama en torno al vapor que rodea la tierra, [ciñéndolo] como la corteza ciñe al árbol. Cuando aquella se rasgó y se separó en varios anillos, se originaron el sol, la luna y las estrellas».
Eusebio, Stromateis, (DK, A 10)
«Algunos de ellos dicen que el mar es un residuo de la humedad primigenia. El espacio que rodeaba la tierra era húmedo y, luego, el sol evaporó parte de la humedad... pero la parte que quedó en las concavidades de la tierra formó el mar. Debido a ello el mar no deja de empequeñecerse según el sol lo va secando y llegará un momento en que se secará. De esta opinión, según Teofrasto, fueron Anaximandro y Diógenes».
Alejandro de Afrodisia (DK, A 27)
«En primer lugar, por tanto, creo que la tierra es un cuerpo esférico situado en el centro de los cielos y que, por ello, no necesita de aire ni de ninguna otra fuerza para sostenerse: la uniformidad de los cielos en todas sus partes y el equilibrio de la tierra misma son suficientes para sostenerla. Una cosa en equilibrio situada en el centro de lo que es uniforme no puede inclinarse en ninguna dirección, ni más ni menos: permanecerá inmóvil y en un perfecto equilibrio».
Platón Fedón, 108 e.
(Platón pone en boca de Sócrates este razonamiento para explicar la razón de que la tierra se sostenga sin necesidad de ningún soporte, que es el que había formulado Anaximandro.)
«Él (Anaximandro) dijo que los seres vivos nacieron de la evaporación del elemento húmedo debida al sol; y que el hombre, originariamente, se asemejaba a otro ser, a saber, a un pez».
Hipólito, Ref. I,6, 6 (A 11)
«Anaximandro dijo que los primeros seres vivos nacieron de la humedad y cubiertos de tegumentos espinosos, pero que, tan pronto como crecieron, emergieron hacia la parte más seca, partieron el tegumento y continuaron viviendo durante un pequeño espacio de tiempo».
Aecio, V, 19, 4 (A 30)
«Él (Anaximandro) dice, además que el hombre, originariamente, nació de seres de otra especie, apoyándose en que mientras los demás seres en seguida hallan alimento para su subsistencia, el hombre es el único que necesita un largo período de crianza; por ello, si originariamente hubiera sido lo que es ahora, nunca hubiera podido sobrevivir».
Plutarco, Strom. (A 10)
«Anaximandro de Mileto dijo que, en su opinión, nacieron del agua y la tierra cuando estaban calientes unos peces o seres semejantes a peces. Los hombres se formaron dentro de estos seres y los pequeños se quedaron entre ellos hasta el tiempo de la pubertad; luego, por fin, los seres se abrieron paso y emergieron hombres y mujeres capaces ya de hallar su propio sustento».
Censorio (IV, 7, A 30)
Textos extraídos de Guthrie, W.K.C., Historia de la filosofía griega, (Gredos, Madrid 1984, Vol.I).